Del ransomware a la resiliencia: el auge del ciberseguro

Última actualización: octubre 22, 2025
  • El mercado ha pasado de duro a competitivo: más oferta, primas estables y coberturas ampliadas con servicios 24/7.
  • Para asegurar y cobrar: MFA, EDR/XDR, backups inmutables, parcheo, gestión de privilegios, formación y plan de respuesta.
  • España: +14% de mercado de ciberseguridad, 100.000 incidentes, sectores críticos más atacados y fuerte exposición.
  • Insurtech, IA y MDR mejoran diagnóstico y respuesta; las pymes tienen acceso a pólizas asumibles si profesionalizan su seguridad.

auge del ciberseguro

La contratación de seguros frente a incidentes digitales ha pasado de ser algo anecdótico a convertirse en un pilar de la gestión del riesgo. En muy poco tiempo, las pólizas cibernéticas han entrado en el día a día de empresas de todos los tamaños y sectores, porque los delincuentes ya no se fijan solo en los gigantes corporativos. Cada vez más pymes sufren extorsiones, cifrado de datos y paradas operativas, y eso ha empujado a los negocios a buscar protección financiera y operativa para volver a la normalidad con rapidez tras un ataque, un papel en el que el ciberseguro se ha ganado su sitio.

Este salto no se entiende sin dos catalizadores: por un lado, el miedo razonable al ransomware y, por otro, el impacto de la pandemia, que pilló a muchas organizaciones a contrapié con el teletrabajo y aceleró la profesionalización del delito. Durante 2020-2022 se dispararon primas y franquicias (hubo casos que se multiplicaron por cinco respecto al año anterior), se endurecieron criterios de suscripción y se recortaron coberturas vinculadas a ransomware. Ahora el panorama ha virado: el mercado se ha ablandado con nuevos actores, mayor competencia y precios más estables, mientras la empresa española apunta que los conflictos geopolíticos han elevado el riesgo de ciberataque (el 57% así lo percibía), lo que refuerza la necesidad de una transferencia de riesgo sensata y bien diseñada.

Del susto al despegue: el porqué del auge del ciberseguro

El interés por estas pólizas ha crecido porque ofrecen tres cosas que el departamento de TI no siempre puede garantizar solo: respaldo financiero ante pérdidas, acceso rápido a especialistas (forenses, legales y de comunicación) y una hoja de ruta para volver a operar. Es decir, no es únicamente un cheque; es un engranaje de continuidad que se activa 24/7. En España, la entrada de nuevos suscriptores y el apetito por captar cartera han ablandado la plaza con políticas de suscripción agresivas, empujando también a los proveedores tradicionales a seguir esas pautas. Todo ello ha ampliado la oferta y ha sostenido las primas, facilitando la contratación incluso para negocios modestos.

La llegada de las insurtech que incorporan inteligencia artificial ha movido ficha en el modelo: ya no solo se transfiere el riesgo, también se monitoriza. Estas firmas incorporan inteligencia artificial, big data y, en algunos casos, blockchain para mejorar la valoración continua del riesgo y sumar servicios de ciberinteligencia. En la práctica, esa potencial competencia se ha traducido en alianzas con aseguradoras tradicionales para complementar propuesta y delivery. Es una evolución lógica: tecnología para prevenir y póliza para responder, todo bajo el mismo paraguas.

Además, cada vez se valora más que el asegurado demuestre capacidades de detección y respuesta gestionada (MDR). Hay datos que lo avalan: en organizaciones con MDR, la cuantía media de las reclamaciones de seguro ha sido un 97,5% inferior respecto a las que solo contaban con protección de endpoints. Esta diferencia, tan contundente, explica por qué muchos suscriptores premian con mejores condiciones a quienes tienen monitorización proactiva y respuesta orquestada.

El factor geopolítico también pesa. Muchas empresas perciben que pertenecer a un “bloque” las convierte en diana preferente de actores con motivaciones más allá del lucro. Esa sensación no viene sola: a escala nacional, se gestionaron en 2024 casi 100.000 incidentes (un 16,6% más que el año anterior), síntoma de un entorno más agresivo en el que la exposición se dispara por digitalización, presencia internacional de industrias españolas y un tejido de pymes más vulnerable. En paralelo se impulsan iniciativas como un centro regional de operaciones de ciberseguridad para mejorar coordinación y respuesta. Con este caldo de cultivo, el seguro gana atractivo.

Qué cubre hoy una póliza ciber moderna

El producto ha madurado. Desde 2020, muchas pólizas han ampliado sus garantías para abordar el ciclo completo del incidente. De forma general, una buena póliza incorpora bloques que permiten responder y recuperarse con menos fricciones, asegurando tanto la esfera propia como la responsabilidad frente a terceros. Lo interesante es que, además de los básicos, existen extensiones que ajustan el traje a la medida de cada negocio, dando más juego a la negociación y al diseño de programas a la carta.

Entre las coberturas habituales destacan tres grandes grupos que conviene conocer al detalle, porque condicionan la rapidez de reacción y la factura final del siniestro:

  • Respuesta a incidentes: servicios 24/7 con apoyo forense, legal y de comunicación, coordinación de crisis y contención.
  • Daños propios: costes de restauración, pérdida de beneficios por interrupción, extorsión/ransomware, y en muchos casos sustitución de hardware y gastos de mejora.
  • Responsabilidad civil: frente a terceros, privacidad y sanciones regulatorias cuando proceda.

Además, están entrando garantías adicionales que cubren casuísticas del día a día: fraudes por suplantación de identidad, el fraude en transferencias de fondos o el fraude telefónico, entre otros. Estos extras marcan diferencias cuando el ataque se apoya en ingeniería social o compromete procesos financieros. Es útil revisar que el wording concrete supuestos, límites y sublimites, porque ahí se gana (o se pierde) mucha eficacia real de la cobertura contratada.

Las exclusiones, salvo matices, suelen converger en el mercado: daños personales, daños materiales (más allá del hardware afectado por el incidente), fallos de infraestructura, hechos previos a la entrada en vigor de la póliza y actos deliberados, entre otras. Conviene leer bien la “letra pequeña” para evitar sorpresas, sobre todo en lo que atañe a tiempos de espera, condiciones precedentes y las cláusulas sobre pagos de rescates y sanciones, que cambian con la regulación aplicable.

Requisitos, evaluación y por qué pueden denegarte una reclamación

Las aseguradoras piden mínimos razonables que, además, son buenas prácticas de seguridad. Entre ellos: autenticación multifactor (MFA) en accesos críticos; monitorización y protección avanzada (SOC/SIEM/EDR/XDR); política sólida de copias de seguridad (incluyendo inmutabilidad y aislamiento); gestión proactiva de parches; seguridad de accesos y privilegios; y formación periódica en ciberseguridad y fraude. A esto se suma un plan de respuesta a incidentes y, si es posible, servicios MDR. Tener esto no solo reduce la probabilidad de incidente, también mejora condiciones, deducibles y capacidad.

La evaluación suele empezar por cuestionarios detallados donde se documentan defensas y procesos. En muchos casos, los suscriptores se apoyan en proveedores externos para enriquecer esa visión, pero no es habitual exigir auditorías formales o certificaciones (ISO 27001, NIST) como condición imprescindible. Aun así, disponer de ellas ayuda: evidencian madurez del SGSI y favorecen primas y términos, sobre todo si la organización demuestra mejora continua y control interno.

Hay otro dato a tener en cuenta: un estudio anual en Reino Unido detectó que las reclamaciones entre empresas con ciberseguro bajaron del 58% al 36% en un año, correlacionado con una mayor capacidad para restaurar desde copias de seguridad. Es decir, las compañías con backups robustos y probados están pudiendo recuperarse por sus propios medios y, por tanto, reclamando menos. Esto encaja con el peso que el mercado da a la resiliencia técnica real.

¿Por qué pueden denegarte una reclamación? Los motivos más frecuentes pasan por no cumplir medidas declaradas (por ejemplo, no tener MFA donde se afirmó que sí), no monitorizar vulnerabilidades y plugins expuestos, descuidar bases de datos o incumplir normativa de privacidad (como el RGPD), así como por no realizar borrados y copias programadas. En definitiva, si no hay previsión ni prevención, el asegurador puede argumentar que no se hicieron los deberes y negarse a pagar. Documentar y auditar lo que se declara es tan importante como implantarlo.

¿Más pólizas implican más ataques? Datos y matices

Un trabajo conjunto de dos firmas tecnológicas apuntó algo inquietante: las organizaciones con ciberseguro eran objetivo con mayor frecuencia de ransomware (77% frente al 65% de las no aseguradas), y además tenían un 70% más de probabilidades de sufrir ataques múltiples. También se observó que un 39% de las aseguradas acababan pagando, lo que alimentaría la percepción de “presa rentable”. El informe no establecía causalidad directa, pero sí sugería que los atacantes podrían identificar a compañías aseguradas mediante técnicas de ingeniería social.

Conviene interpretar estos datos con cuidado. Una empresa que compra ciberseguro suele ser más visible y está más digitalizada, lo que, per se, aumenta su exposición (y su propia capacidad de detección). También es posible que, al tener una vía de respuesta financiera, algunas opten por pagar antes de lo deseable. Los expertos coinciden: el rescate debe ser la última opción y la prioridad es restaurar desde copias y activar mecanismos técnicos y legales. En cualquier caso, estos hallazgos recalcan la importancia de combinar seguro con defensas robustas y cultura anti-fraude.

Pymes: acceso, costes y una oportunidad para profesionalizar la seguridad

Las pequeñas y medianas empresas tienen menos herramientas y menos manos, y tardan más en recuperarse de un golpe. Aun así, hay soluciones adaptadas y precios razonables en el mercado actual. Para hacerse una idea, para una empresa con 150.000 euros de facturación, una póliza con indemnización de hasta 250.000 euros puede rondar los 400 euros al año. No está mal si pensamos en el coste de parar el negocio una semana, atender a clientes enfadados y afrontar sanciones. Aquí, una correduría puede ser clave para encontrar el encaje adecuado, incluyendo auditoría previa y acompañamiento en la implantación.

Históricamente, muchas pymes han visto el seguro como una carga y han minimizado la inversión. Ese chip está cambiando: la póliza empieza a entenderse como un recurso estratégico para proteger caja, reputación y continuidad. Aun así, queda camino; España está por detrás de mercados como Reino Unido o Estados Unidos, donde las tasas de penetración superan el 61% y el 70% respectivamente. Para acelerar la adopción hace falta más conciencia del riesgo: el ciberriesgo no es solo un tema técnico, afecta a continuidad, reputación y cumplimiento. Esa visión 360 permite ver el seguro como herramienta integral de resiliencia.

En paralelo, España mantiene una postura notablemente reacia a pagar rescates, lo cual es positivo desde el punto de vista sistémico: desincentiva el negocio criminal. Pero esa resistencia exige invertir en prevención (segmentación, MFA, copias inmutables) y en respuesta (planes probados, proveedores alineados). Sin esos cimientos, el “no pago” puede derivar en paradas operativas largas y costes mayores. Ahí es donde el tándem seguridad + seguro hace de cortafuegos económico y operativo.

España bajo la lupa: mercado, amenazas y sectores más golpeados

El negocio de la ciberseguridad en España está en plena forma. Sumando software, hardware y servicios, el mercado creció más del 14% en 2024 hasta unos 2.500 millones de euros, un 70% por encima de 2020. Los servicios representan aproximadamente dos tercios de la facturación, mientras que el resto corresponde a productos tecnológicos. Además, el país está atrayendo proveedores: en septiembre de 2024 había alrededor de 1.840 operadores activos, con un tercio ubicados en Madrid y con grandes consultoras diversificadas concentrando cerca del 70% del negocio. Las previsiones apuntan a que el mercado mantendrá dinamismo y superará los 3.000 millones en el corto plazo, con crecimientos cercanos al 14% entre 2025 y 2026. Ciudades como León se afianzan como capital internacional de la ciberseguridad, lo que favorece la oferta y ajusta precios, algo que se nota en el ramo de ciberseguros.

En cuanto a la amenaza, España combina varios factores de riesgo: fuerte presencia internacional de sus industrias (más visibilidad global), un tejido de pymes amplio y, por tanto, más superficie expuesta, y una digitalización intensa que convierte Internet en autopista para los atacantes. Los principales vectores que se observan son la explotación de vulnerabilidades y el ransomware, que no distinguen tamaño cuando huelen oportunidad. Entre los sectores más castigados aparecen manufactura, salud, retail, financiero, servicios profesionales (legal y consultoría), tecnología, energía y sector público, un mix que concentra procesos críticos y datos especialmente valiosos. En el ámbito público se han impulsado actuaciones y acuerdos, como el convenio de colaboración entre CNI y Microsoft, para reforzar capacidades y respuesta.

Por tipos de cobertura especialmente tensionados, el ransomware/extorsión figura en primer lugar, seguido por la interrupción de negocio y, según la actividad, los riesgos asociados a multas y sanciones por la ola regulatoria. En el terreno del fraude, el phishing y la ingeniería social siguen dando quebraderos de cabeza, y el malware en sus múltiples variantes, con el ransomware como punta de lanza, aparece frecuentemente en escenarios que buscan afectar también a clientes y cadenas de suministro. De nuevo, un buen seguro y una buena preparación marcan la diferencia entre un susto caro y una crisis existencial para la empresa.

Servicios clave de aseguradoras y brókeres cuando hay un incidente

El valor diferencial del ciberseguro se percibe en el minuto cero del incidente. La mayoría de pólizas activan líneas de atención 24/7, coordinan forenses, asesores legales y expertos en comunicación, y facilitan proveedores propios o de terceros para cortar la hemorragia, cumplir con notificaciones regulatorias y cuantificar la pérdida. La rapidez importa: cuanto antes se contenga, menor será el impacto económico. A nivel de política, las compañías coinciden en que el pago de rescates debe ser la última opción, y cada vez se insiste más en preparar al cliente en tiempos de paz para no improvisar en caliente. En ese sentido, los brókeres empujan hacia servicios preventivos y simulacros para afinar respuesta y coordinación.

Esta orientación a servicios también marca la competencia entre suscriptores: quien quiera diferenciarse está analizando huecos de cobertura, aportando propuestas sectoriales y reforzando capacidades de diagnóstico de riesgo con inteligencia artificial. La idea es sencilla: conocer mejor al cliente y su exposición para poner precio con precisión y ofrecer valor más allá del puro traspaso financiero del riesgo.

Tendencias, talento y preparación: la otra cara del auge

En 2024 y la primera mitad de 2025, los intentos de intrusión se dispararon y hay empresas que registran en promedio casi 1.900 ataques semanales. Las pérdidas globales por cibercrimen superan los 10,5 billones de dólares al año, lo que está acelerando la inversión en servicios gestionados, plataformas de datos y capacitación avanzada. Sin embargo, en España apenas una minoría se considera plenamente preparada frente a amenazas sofisticadas; la gran mayoría debe mejorar integración, estrategia y cultura. Esto crea una oportunidad clara para consultores, formadores y proveedores, y explica la demanda al alza de perfiles especializados.

El déficit de talento es tangible: existen decenas de miles de vacantes sin cubrir a nivel nacional y el gap global ronda el 40%. Emergen perfiles como analistas SOC, especialistas en ofensiva, arquitectos SASE y expertos en protección de infraestructuras críticas. Las tendencias pasan por la adopción de servicios gestionados, inversión en ciberinteligencia, regulación europea más estricta, integración de IA en detección y respuesta, y transición a modelos Zero Trust. En paralelo, se redoblan esfuerzos en cloud y entornos híbridos, IoT y automatización DevSecOps, áreas donde se juega la eficacia real de la resiliencia tecnológica.

El interés formativo va en aumento: proliferan cursos, certificaciones y másteres que acreditan habilidades prácticas en gestión de SOC, protección cloud y análisis forense. Las organizaciones, por su parte, están entendiendo que la inversión no es solo en licencias; hace falta un plan integral que alinee lo técnico, lo legal y lo directivo. Iniciativas y aliados del ecosistema, como programas de innovación y acompañamiento empresarial, ayudan a transformar procesos, elevar el listón y crear una cultura capaz de anticipar y responder con oficio.

Cookies, consentimiento y confianza digital: una pieza más del puzle

La protección del dato no se limita al firewall. En el terreno web, las cookies y tecnologías similares son parte del funcionamiento básico: mejoran experiencia, seguridad y servicios. Aun así, hay que dar control al usuario: poder activar o desactivar según preferencias (salvo las estrictamente necesarias), saber que bloquear algunas puede afectar a la navegación y permitir cambiar la elección más tarde desde un enlace visible. Incluso se dan prácticas donde, si el usuario pulsa “Guardar cambios” sin seleccionar nada, se interpreta como rechazo de todas salvo las imprescindibles. Esta capa de transparencia y control fortalece la confianza y ayuda a cumplir con la normativa, encajando con el objetivo del ciberseguro de ordenar riesgos y responsabilidades.

También es relevante entender el papel de los datos sectoriales. Existen observatorios que monitorizan mercado y madurez, con bases de datos masivas de empresas y análisis por segmentos. Sus informes, que cifran volúmenes, actores y previsiones, son útiles para comparar dónde estamos y hacia dónde vamos. Esa inteligencia de mercado permite a aseguradoras, brókeres y clientes ajustar la exposición, identificar coberturas críticas y priorizar inversiones en áreas donde el retorno en reducción de riesgo sea más claro y medible.

En este contexto, España se está convirtiendo en imán para compañías de ciberseguridad por el tirón de la demanda y la previsión de crecimiento sostenido. Compiten especialistas puros con grandes multinacionales de consultoría, y cada una aporta su ventaja: cercanía y agilidad frente a capacidad de escala e integración. Esta combinación multiplica opciones para el cliente y ensancha un mercado en el que el ciberseguro ya se concibe como pieza más de una estrategia de gestión integral del riesgo.

El recorrido del ciberseguro en nuestro país refleja una madurez que hace solo unos años parecía lejana: de un mercado duro, caro y restrictivo se ha pasado a un escenario con más jugadores, más servicios y primas más estables. Quien actúe ahora puede aprovechar un entorno favorable para contratar bien, pero el seguro funciona de verdad cuando se asienta sobre controles sólidos: MFA, monitorización, copias inmutables, parcheo, gestión de privilegios, formación y planes probados. Con ese suelo técnico, una póliza con coberturas adecuadas, exclusiones claras y servicios 24/7 se convierte en un acelerador de recuperación y en un amortiguador financiero que protege caja, reputación y continuidad. En un país altamente digitalizado, con sectores críticos muy expuestos y una delincuencia cada vez más profesional, combinar prevención con transferencia de riesgo no es un lujo: es la forma práctica de hacer los negocios más resilientes.

MSP en ciberseguridad
Artículo relacionado:
Gestión de servicios gestionados (MSP) en ciberseguridad: tendencia imparable ante las nuevas amenazas