Evolución del airbag: historia, funcionamiento y futuro

Última actualización: octubre 10, 2025
  • Del prototipo al estándar: hitos clave desde Hetrick y Mercedes hasta hoy.
  • Cómo funciona: sensores, ECU y despliegues en milisegundos coordinados con el cinturón.
  • Tipos actuales: frontales, laterales, cortina, rodilla, cinturón, central y traseros.
  • Próximos pasos: airbag exterior, multicolisión y soluciones para nuevos habitáculos.

Evolucion del airbag en automocion

El airbag ha pasado de ser un extra exótico a un componente de seguridad tan común como el cinturón. Su papel, en combinación con los cinturones, ha salvado miles de vidas y sigue perfeccionándose con cada generación. En colisiones frontales, su contribución es tangible: reduce entre un 20% y un 30% la mortalidad y rebaja las lesiones graves alrededor de un 11%, según cifras citadas por distintas instituciones del ámbito de la seguridad vial. Lejos de ser un elemento aislado, trabaja en tándem con los pretensores y limitadores del cinturón para crear un escudo que absorbe y gestiona la energía del impacto.

Conviene insistir en una verdad básica: el airbag necesita que te abroches el cinturón. Sin sujeción previa, la bolsa puede resultar insuficiente o incluso peligrosa, especialmente para niños o personas muy próximas al volante. La tecnología actual permite inflados variables y en varias etapas, adaptando la intensidad al tipo de choque y a los ocupantes, pero la premisa no cambia: la retención primaria es el cinturón y la bolsa de aire es el complemento que amortigua la deceleración del cuerpo.

Por qué el airbag salva vidas y cómo se integra con el cinturón

Airbag seguridad pasiva

En un golpe severo, los sensores detectan la brusca desaceleración y la unidad de control decide si debe disparar el sistema. Cuando actúa, una carga pirotécnica genera gas que infla la bolsa en milésimas de segundo. Hay cifras muy ilustrativas: la cubierta se rompe en unos 15 ms, la bolsa se despliega por completo en torno a 30 ms y puede hacerlo a velocidades que rondan los 300–400 km/h. El ocupante impacta contra la superficie acolchada sobre los 45 ms y el conjunto empieza a recuperar su posición a los 150 ms aproximadamente.

El airbag se activa cuando la desaceleración supera ciertos umbrales. En impactos equivalentes a chocar contra una barrera rígida a 27–28 km/h, el sistema suele intervenir, mientras que en colisiones contra vehículos estacionados el límite puede elevarse a 55–60 km/h por la distinta absorción de energía. Para evitar disparos indeseados, hay un sensor de seguridad (safing) que exige condiciones concordantes antes de autorizar la ignición del generador de gas, y la ECU cruza señales de varios captadores repartidos por el coche.

La eficacia del conjunto crece al combinarse con el cinturón moderno. Los pretensores pirotécnicos tensan la banda en las primeras décimas del choque, anclando el cuerpo a la butaca, y los limitadores de carga liberan un poco de cinta posteriormente para no concentrar fuerzas excesivas en el tórax. Así, la energía se reparte mejor y la bolsa encuentra al ocupante en la posición prevista, que es como más protege.

Sobre mantenimiento, las guías de fabricantes y servicios técnicos han manejado distintas recomendaciones. Hay quien sostiene que el sistema no caduca como tal, pero debe revisarse cada cinco años o 120.000 km según modelos; otros técnicos han defendido en el pasado una vida útil prudencial en el entorno de 15 años. En todo caso, tras un despliegue por accidente, el reemplazo es obligatorio.

De los cielos al asfalto: orígenes e inventores

Historia del airbag

La idea de amortiguar al ocupante con una bolsa inflable nació lejos del automóvil. En la Segunda Guerra Mundial, algunos pilotos usaban trajes que podían hincharse para flotar o mitigar impactos. Ese concepto inspiró a ingenieros que, ya en tiempos de paz, comenzaron a imaginar su aplicación en el coche, cuando la industria en EE. UU. vivía una expansión sin precedentes y los grandes fabricantes invertían en avances para diferenciarse.

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En los años 50 aparecieron las primeras patentes. El estadounidense John Hetrick registró en 1952 un “conjunto de cojines de seguridad para vehículos automotrices”, mientras que el alemán Walter Linderer había dibujado una solución similar en 1951. Aunque al principio los fabricantes declinaron su adopción, pronto GM, Ford y Chrysler iniciaron sus ensayos. La revista Popular Science recogía en 1968 el sistema Auto‑Ceptor de Ford y Yale: una bolsa que se interponía entre el salpicadero y los pasajeros.

El gran cuello de botella era el tiempo de inflado. Se necesitaba pasar de la detección a la protección en menos de 40 ms. La pieza que desbloqueó el desarrollo fue el sensor electromecánico de Allen Breed (1967), que permitía decidir con rapidez y fiabilidad. Aun así, se debatía si la bolsa podía sustituir al cinturón; las pruebas demostraron que no y que, de hecho, sin cinturón la bolsa podía resultar perjudicial en niños o personas muy cercanas al volante.

Hubo pilotos comerciales tempranos. Ford equipó en 1971 algunas unidades Mercury y Lincoln, pero el primer coche de producción en ofrecerlo de forma más visible fue el Oldsmobile Toronado de 1973. Aquel sistema contemplaba grandes bolsas que protegían cabeza, torso y rodillas, y se ofrecía con un sobrecoste de 250 dólares en unas 1.000 unidades. Faltaba, sin embargo, la electrónica de control fina para convertirlo en un estándar fiable.

Del escepticismo al estándar global

Mercedes y la evolucion del airbag

El primer salto realmente efectivo llegó en 1981 de la mano de Mercedes‑Benz. El Clase S integró un sistema capaz de inflarse en menos de 30 ms tras el choque y coordinado por una unidad de control, marcando el inicio del airbag “moderno”. Aun así, su aceptación fue gradual: en 1992 solo el 2% de los coches matriculados en Europa lo montaba. La expansión aceleró con la llegada masiva de la electrónica embarcada y las nuevas normativas.

En Europa, desde 2006 los vehículos de nueva producción deben incluir al menos doble airbag frontal. En Argentina, la obligatoriedad de doble frontal rige en los 0 km desde enero de 2014, junto a ABS, apoyacabezas traseros y cinturones de tres puntos. En mercados como Estados Unidos, el airbag se convirtió en equipamiento de serie a finales de los 80 y durante los 90 se generalizó en todas las marcas, consolidando su papel de seguridad pasiva básica.

Los fabricantes no se detuvieron ahí: Volvo patentó el airbag lateral en 1994 y lo integró en el respaldo del 850; en 1996 aparecieron los primeros airbags de rodilla (Kia Sportage en EE. UU. y Toyota Avensis en Europa). En 2009, Ford presentó el airbag integrado en el cinturón, una solución extendida después a Toyota, Lexus y Mercedes. En la década pasada, Volvo V40 incorporó un airbag para peatones en el capó, abriendo el ángulo de protección más allá del habitáculo.

También hubo experimentos sin continuidad: el airbag antisubmarino de Renault (integrado en la banqueta para evitar que el cuerpo “se cuele” por debajo del cinturón) o el airbag posterior del Toyota iQ tras los apoyacabezas. Aunque interesantes, no se consolidaron como estándar, del mismo modo que las primeras bolsas exteriores para peatones han sido sustituidas en muchos modelos por capós activos.

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Qué hay dentro de un airbag y cómo decide desplegarse

Funcionamiento del airbag

El sistema es una orquesta de componentes coordinados al milímetro. La bolsa textil, normalmente de poliamida, va plegada tras tapas diseñadas para romperse con precisión. El generador de gas contiene una mezcla que, al activarse, libera nitrógeno a presión en milisegundos; clásicamente se menciona la azida sódica como compuesto base que, en reacción con otras sales, produce el gas, y no es raro ver polvo (talco) al desplegarse para facilitar el deslizamiento de la tela.

La Unidad de Control Electrónico (ECU) interpreta señales de diversos sensores de aceleración y de presión e incluso información sobre ocupantes. Un conjunto masa‑resorte con umbral de 3–5 g puede participar en la detección inicial, mientras que el sensor de safing pide una “doble confirmación” para evitar un disparo intempestivo. Además, los generadores de gas de dos etapas ajustan la rapidez y el volumen del inflado en función de la severidad del impacto.

El objetivo es que el ciclo completo sea fulgurante: se habla de 0,03–0,05 s desde la señal hasta que la bolsa está lista para absorber el cuerpo. Para aumentar la compatibilidad con diferentes perfiles de usuario, los sistemas modernos contemplan volúmenes variables, y algunos vehículos monitorizan la posición y el peso del ocupante para decidir si desplegar la bolsa, con qué intensidad y qué airbags son pertinentes.

En el plano de pruebas, las evaluaciones de choque de laboratorios como Euro NCAP han puesto de relieve la enorme aportación del airbag a la protección de cabeza, cuello y tórax. A lo largo de los años también se han documentado incidentes y campañas de retirada asociadas a determinados proveedores, lo que ha impulsado un perfeccionamiento continuo de infladores, algoritmos de disparo y diagnóstico a bordo.

Tipos de airbag: del frontal de toda la vida a soluciones muy específicas

Frontales: son los dos obligatorios en Europa desde 2006 y protegen a conductor y acompañante (volante y salpicadero). Normalmente se activan en impactos frontales a partir de velocidades cercanas a 30 km/h, aunque la decisión depende de la deceleración medida y de la configuración del fabricante.

Laterales: se integran en los laterales de los asientos o en las puertas para proteger tórax y cadera en colisiones laterales. Su despliegue es muy rápido por la proximidad de la intrusión en este tipo de golpes.

De cortina: ubicados en el borde del techo, caen como una cortina para cubrir cristales laterales y salvaguardar la cabeza y el cuello de los ocupantes de ambas filas. Su trabajo conjunto con los laterales reduce de forma notable el riesgo de lesiones craneales.

De rodilla: colocados bajo la columna de dirección, evitan que las piernas impacten contra estructuras duras y ayudan a controlar el movimiento del cuerpo para que éste “se pliegue” contra el cinturón y el airbag principal de manera más segura.

Integrados en el cinturón: la banda del cinturón oculta una pequeña bolsa que, al desplegarse, reparte la carga sobre el tórax y reduce presiones puntuales. Es una solución especialmente útil para plazas traseras, donde no siempre hay otras bolsas específicas.

Central delantero: situado en el lado interno del asiento del conductor, se despliega hacia el centro del habitáculo en un impacto lateral para evitar choques de cabeza entre conductor y acompañante. Marcas como Hyundai lo han introducido recientemente.

Frontales para plazas traseras: estrenados por Mercedes Clase S, se integran en el respaldo de los asientos delanteros con forma de “U” para rodear la cabeza de los pasajeros posteriores. Están pensados para coordinarse con cinturones inflables y con sillas infantiles homologadas.

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Para peatones: popularizados por Volvo en el V40, se despliegan en el capó para amortiguar el contacto con la base del parabrisas. Hoy muchos fabricantes optan por capós activos que elevan la chapa, creando una zona de deformación controlada bajo el capo sin añadir bolsas.

Además de estos, han existido propuestas específicas como el airbag posterior del Toyota iQ o los antisubmarino de Renault, diseñados para evitar que el cuerpo se deslice bajo el cinturón. Aunque han tenido trayectorias limitadas, evidencian el interés de la industria por cubrir escenarios muy concretos de lesión.

Lo que viene: nuevas bolsas y escenarios de uso

El desarrollo continúa hacia soluciones que amplíen la cobertura y gestionen mejor choques complejos. El proveedor ZF Friedrichshafen ha patentado un airbag lateral exterior que se despliega en el costado de la carrocería antes del impacto y promete reducir hasta en un 40% las lesiones en golpes laterales severos, con un tiempo de respuesta en torno a 150 ms.

Para los coches con conducción altamente automatizada se investiga el Hug Airbag o “airbag de abrazo”, formado por tres cámaras conectadas que se inflan a la altura de cabeza, pecho y pelvis, “abrazando” al ocupante con independencia de su postura en el habitáculo. La idea es mantenerlo anclado y centrado aunque el asiento gire o se recline.

En vehículos con techo panorámico, se ha presentado un airbag específico que se infla de atrás hacia delante y cubre toda la superficie acristalada en 0,08 s, una forma de proteger a los ocupantes de fragmentos y de contactos con el contorno del marco en vuelcos o impactos.

Otra línea muy interesante es el airbag multicolisión, capaz de inflarse y desinflarse varias veces. Tiene sentido en escenarios reales donde un 30% de los siniestros incluyen más de un impacto sucesivo y los sistemas actuales solo protegen en la primera colisión. Gestionar el gas de forma reversible abre la puerta a una protección más sostenida.

Más allá del automóvil, las bolsas han llegado a motocicletas y equipación de pilotos. En competición todos los corredores llevan chalecos con airbag que se disparan al detectar la caída, y en la calle hay intentos de integrarlos en la propia moto, como en la Honda Gold Wing. Incluso la NASA los empleó en la fase final del descenso de la sonda Pathfinder a Marte, demostrando la robustez del concepto en entornos extremos.

La fabricación también evoluciona. Para alcanzar tolerancias muy finas y altos volúmenes, muchos proveedores emplean máquinas de corte por láser para el tejido de la bolsa, ganando precisión, productividad y consistencia, a la vez que se automatiza un proceso donde la calidad del corte y del plegado es crítica para que el despliegue sea limpio y repetible.

Tras décadas de avances, el airbag sigue siendo un pilar de la seguridad pasiva. De los primeros prototipos en cazas hasta las soluciones inteligentes y de múltiples etapas, su historia demuestra que la protección eficaz rara vez es fruto de un único invento. Es la suma de buenos sensores, algoritmos prudentes, materiales adecuados y, por supuesto, el cinturón bien abrochado. Cuando todo esto trabaja coordinado, las probabilidades de salir bien parado de un accidente mejoran de forma notable, y lo mejor es que el margen de mejora no se ha agotado.